jueves, junio 08, 2006

Malditos benditos I

Maldita sea la cresta de las olas,
la doméstica sarna que da gusto,
los funerales de las ampaolas,
la pila bautismal de san Injusto.

Malditas sean las fieras adiestradas,
los ministros sin fuste y con cartera,
los chulos de rameras malpagadas,
la colada de trapo de bandera,

el fiel de la balanza del tendero,
los jueves en París, con aguacero,
los limoneros sepia de tus ojos,

los yates con enseña rojigualda,
los tiros en la nuca de la espalda,
los que aplauden al príncipe de hinojos.

Benditos Malditos I

Benditas sean las bajas pasiones
que no se rajan cuando pintan sables,
los labios que aprovechan los rincones
más olvidados, más inolvidables.

Bendito sea el libro de la calle,
los viejecitos verdes con petaca,
las medias con costura, qué detalle,
los quitapenas que dejan resaca,

las marujitas que pierden al bingo,
los descendientes de los animales,
los miércoles con ropa de domingo,

los adustos, los dandys insolventes,
los justos que parecen subnormales,
los iguales a mí, los diferentes.

sábado, junio 03, 2006

Y ahora consideremos el caso de la tortuga y el águila

La tortuga es una criatura terrestre. No se puede vivir más cerca del suelo (sin estar debajo de él). Su horizonte no va más allá de unos centímetros. La velocidad que puede alcanzar es la que necesitas para perseguir y abatir a una lechuga. La tortuga ha sobrevivido mientras el resto de la evolución pasaba junto a ella y la dejaba atrás ya que, básicamente, era demasiado complicada de comer y no representaba una amenaza para nadie.

Y después tenemos al águila. Una criatura del aire y las alturas, cuyo horizonte se extiende hasta el límite del mundo. Ojos lo bastante agudos para detectar los movimientos d eun animalito de voz chillona a medio kilómetro de distancia. Toda poder, toda control. La muerte súbita que llega volando. Uñas lo bastante afiladas para desayunarse cualquier cosa que sea más pequeña que ella y obtener, como mínimo, un desayuno rápido de cualquier cosa que sea mayor.

Y el águila pasará horas posada en un risco escrutando los reinos del mundo hasta detectar algún movimiento lejano, y en ese momento de pronto se concentrará, concentrará, concentrará en el pequeño caparazón que se mece entre los arbustos allà abajo en el desierto. Y entonces el águila se lanzará desde lo alto del risco..

Y un minuto después la tortuga descubre que el mundo se está alejando de ella. Y ve el mundo por primera vez, ya no a unos centímetros del suelo sino a doscientos metros, que grán amiga tengo en el águila.

Y entonces, el águila la suelta.

Y casi siempre la tortuga se precipita hacia su muerte. Todo el mundo sabe por qué la tortuga hace esto. La gravedad es una costumbre a la que cuesta mucho renunciar. Nadie sabe por qué el águila hace esto. No cabe duda de que hay un buen almuerzo en una tortuga pero, teniendo en cuenta el esfuerzo que requiere, la verdad es que hay un almuerzo mucho mejor en prácticamente cualquier otra cosa. Lo que ocurre es, simplemente, que las águilas disfrutan atormentando a las tortugas.

Pero el águila, por supuesto, no es consciente de que está tomando parte en una forma muy tosca de selección natural.

Algún día una tortuga aprenderá a volar.

jueves, junio 01, 2006

Pues eso

El suicidio iba contra la ley. Johny se preguntaba por qué. Eso significaba que si fallabas, si se te acababa el gas o se rompía la soga, te podían encerrar en la cárcel para que te dieras cuenta de que la vida era en realidad muy bonita y valía la pena vivirla.